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Mitos y realidades de la Zambomba Jerezana

Todo jerezano, y cada vez más andaluces y españoles se hacen eco de la popular Zambomba Jerezana. Incluso son visitantes o curiosos de países lejanos los que quieren conocer de cerca esta manifestación cultural. No obstante la famosa Zambomba vive de sus mitos y realidades. Mitos que empiezan por su propio nombre, y es que para explicarlo hay que hacer una clara diferencia entre instrumento y manifestación cultural.

Sobre el término "Zambomba" como instrumento indudablemente, hay unidad de criterios, y en el propio diccionario de la Real Academia Española, encontramos su descripción, de tal manera la palabra zambomba define a un tipo de instrumento rústico, realizado generalmente en cerámica cocida terminada en bizcocho. Básicamente, se emplea una tinaja, a la cual se le cubre piel de cabra humedecida o con tela de muselina (más característica en la zambomba jerezana. En cuyo centro se ubica una varilla de caña, que será la encargada de hacer sonar la zambomba al ser frotada por el zambombero o zambombera; emitiendo un sonido potente, grave y monótono. Otra de las particularidades de la zambomba de Jerez es el gran tamaño de las mismas, aunque como curiosidad añadiremos que la zambomba más grande del mundo se encuentra en Sigüenza (provincia de Guadalajara), midiendo esta dos metros sesenta de alto por uno ochenta de ancho, según el notario de la localidad, aunque la fisionomía de esta en poco se la parezca a nuestra zambomba.

De los orígenes de dicho instrumento se conoce que fue traída a diversos lugares de España, por esclavos provenientes de Zaire, país africano que actualmente designa a la República Democrática del Congo, allá por el Siglo XV. Por motivos aún desconocidos el arraigo de este instrumento tuvo mayor importancia en Andalucía, donde sería utilizada en festividades como el día de San Martín, la Navidad o la Epifanía, donde se ejecutaban cantes y bailes en los que los oriundos del país congoleño dejarían su impronta colectiva, con esto nos estamos refiriendo no solo a lo referente a la zambomba como instrumento o manifestación cultural sino en lo que toca de lleno al Flamenco y a los múltiples palos que lo conforman, aunque no hablaremos de ello en esta entrada.


Zambomba en la Hdad. del Amor (Jerez). Zambomberos. Fotografía: Macarena Márquez

Queremos continuar ahora, mencionando la segunda acepción del término en cuestión, que si bien no aparece reflejada en la RAE, si que podemos encontrar dentro del abanico de Bienes de Interés Cultural que conforma el Patrimonio Histórico Español. Esta declaración que tuvo lugar el 9 de Diciembre del año 2015 se refiere concretamente a las Zambombas de Arcos de la Frontera y Jerez de la Frontera (Cádiz), como actividades de interés etnológico, y tiene su diferencia temporal con la "zambomba instrumento" de aproximadamente tres siglos, siendo la manifestación posterior, pues sus orígenes están enmarcados hasta el momento en torno al Siglo XVIII. Esta se caracteriza por la inclusión de los villancicos andaluces o flamencos, por la intervención de los artistas relacionados con este arte, que les ha otorgado este sello tan característico a la Navidad. ¿Pero a qué nos referimos realmente cuando decimos "voy a una Zambomba"? Con esta expresión apuntamos a una celebración navideña que se desarrolla desde finales del mes de Noviembre, hasta la misma noche de nochebuena. Esta celebración suele comenzar alrededor del medio día y se extiende fácilmente hasta la madrugada. En ella fundamentalmente se cantan villancicos, tanto religiosos como profanos, de ambos estilos podemos encontrar un amplísimo repertorio. Citando como ejemplo "Los caminos se hicieron", "Camina la Virgen Pura" o "Levanta la hoja y coge la flor", en el caso de los villancicos religiosos, y "La calle de San Francisco", "Estando un marinerito Ramiré", o "Mi carbonero" en el caso de los profanos; dentro de estos podemos decir que existe una corriente más satírica como ocurre con letras como "Estando un curita" o "La Micaela", de gran picaresca, este último villancico es uno de los más afamados y narra la historia de una mujer que se encuentra con fatiga a la que acude un doctor para encontrar su mal. 

Estrofa:

Le puso el doctor la mano en el ombligo

y dijo Micaela: Por ahí me voy contigo.

Estribillo:

Que dale, que toma, que azúcar y canela.

que no hay quien le dé, con el mal a la Micaela. 

En la sucesión de las diferentes estrofas y estribillos recibimos una clara composición humorística. Y ahora bien, ¿Dónde se cantan estos villancicos? En la actualidad, la reunión navideña tiene lugar tanto en interiores como en exteriores, siendo su tradición cantar las coplas en torno a una hoguera en los patios de vecinos, en los que no pueden faltar pestiños, buñuelos o roscos, así como anises o vinos de Xerez. Es cierto que presentemente la fiesta ha derivado su ubicación a grandes naves o bodegas en el caso de celebrarse en interiores, o a las propias calles y plazas en caso de tener lugar en el exterior. 

Dicho esto, aquí esta la crítica que corre como la pólvora en la boca de muchos naturales de Jerez, nos referimos a cuantos dicen que la Zambomba ha perdido la pureza de los tiempos de antaño, nostalgia la cual aplaudo pues en primera persona a veces me pesa esta opinión, pero que meditando sobre el paso del tiempo y los cambios que trae, si bien cambiaron estos también cambiaron los lugares y quienes estos moran. Y es que para tornar a las antiguas zambombas deberíamos de volver a habitar las casa-patio, y volver a ese afán de compartir con familia, amigos y vecinos. De hecho no me es difícil recordar tiempos en los que era incluso difícil acudir a una zambomba, bien por falta de difusión o bien por el desánimo de muchas familias, que ya no cantan en sus casas. Los espacios en los que nos reunimos se han transformado, y la Zambomba acompaña a su tiempo, el don de la contemporaneidad del que goza el auténtico arte. Así, hoy es posible y fácil salir a la calle y encontrarnos en cualquiera de estos rincones zambomberos en los que tan bien recibidos somos los deseosos de compartir nuestro tiempo y nuestras ganas de cantar, bailar y tocar las palmas. Primordialmente por las hermandades que con tanto mimo organizan las suyas propias, sumándose a estas algunas asociaciones o empresas jerezanas.

Dada la magnitud presente de la zambomba se hace complejo entender en qué ha derivado conforme a la tradición y a dónde se dirige esta manifestación tan jerezana y arcense que actualmente abarrota calles, plazas y bodegones, pero si debe haber algo claro es el éxito de quienes crearon esta particular manera de festejar, y de aquellos compositores anónimos cuyas letras, melodías y compases aún perduran en nuestros días. A aquellos, que tanto nos han hecho compartir y disfrutar les debemos Navidad tras Navidad esta gracia bendita que atesora nuestra tierra.



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